“Quiero purificarme con tu amistad para que pueda ser transparente y todos vean dónde está mi corazón y qué hay en él”
Después de los cuatro ayes o quejas contra los fariseos, hoy continúas con dos más. Nuevamente no puedo escucharlos como algo lejano a mí y que sólo recriminaste a los fariseos. Tengo que ver en mi vida qué me dice este mensaje tuyo que es eterno y que mi alma debe escuchar para recibirlo con apertura.
El quinto “ay” de este discurso lo diriges a los fariseos por insistir en la observancia de las más mínimas leyes pero olvidando algo tan esencial como es la misericordia. Tú te hiciste hombre para cumplir la ley pero también para humanizarla con tu presencia, ejemplo y palabra. Nos revelaste el rostro misericordioso del Padre que quiere que todos nos salvemos no por la fuerza de la ley sino por la fuerza de la experiencia que hagamos de ti, de tu Padre y del Espíritu Santo.
La religión muchas veces la veo como un conjunto de normas, tradiciones, ceremonias pero con facilidad se me olvida que la religión católica tiene al centro un encuentro personal contigo. Y tú eres misericordia y este encuentro se realiza cuando te presento mi miseria, mis límites, mis faltas. Ayúdame a querer cumplir la ley pero como respuesta a mi relación amorosa contigo.
Cuántos hombres y mujeres Jesús he visto en mi vida que cargan una cruz pesada porque viven su religiosidad como un conjunto de leyes sin haber tenido una experiencia de amor personal contigo. Ayúdame a ser un testigo de tu amor y de tu presencia. El mundo cambiará cuando nos encontremos contigo y nos dejemos encontrar por tu amor misericordioso.
El sexto “ay” es una reclamación por su religiosidad externa pero no interna. Limpian todo por fuera pero su corazón está sucio. Es tan fácil Jesús que viva para lo exterior, cumplir con ir a Misa, que me vean, hablar “bonito” de Dios, de ti, hacer mucho apostolado, que me piensen como un católico ejemplar pero luego por dentro me dejo llevar por un corazón que piensa mal de los demás, que siente envidia, que desea el mal. Y tú nos has dicho tantas veces que donde está nuestro corazón allí está nuestro tesoro. Por eso quiero que mi interior salga al exterior, quiero ser uno, sin doblez, quiero purificarme con tu amistad para que pueda ser transparente y todos vean dónde está mi corazón y qué hay en él.
Meditar: Mt 23, 23-26
Propósito: Rezar un Avemaría para pedirle ayuda a la Virgen para ser transparente y limpio como lo fue ella.